Ana María ahora carga sombrilla
“Cambió sus puntas de ballet por una sombrilla que ahora carga siempre en la maleta de su vida”.
Víctor Mejía
El Diario del Otún
El Diario del Otún
Con una voz fuerte que la caracteriza, la maestra de ballet Ana María Mejía habla de su experiencia con la danza clásica a través de sus zapatillas de punta, sus brazos suaves como poemas que danzan en el aire y esa alma tan enorme que la convierte en una mujer de valores y principios que sin lugar a duda ha dejado en cada uno de los alumnos que toman o han tomado ballet clásico con ella.
Está tan viva su historia que un rincón de la academia se viste de fotografías a blanco y negro que delatan una trayectoria que inicia una niña de cinco años vestida con un tutú blanco y adorna su cabeza con alas de cisne a pesar de estar descalza.
En su juventud camina por el mundo de la danza al lado de Jaime Orozco padre de sus dos hijas, entre ellas Ximena que hoy tiene puestas las invisibles zapatillas de punta de su madre al igual que ese tono de piel blanca que las hace a las dos tan sutiles, como el particular caminado cadencioso de los cisnes.
Es así con el Ballet Colombiano de Jaime Orozco donde empieza a escribir su nombre en la danza, recorriendo escenarios en Colombia y otros países.
Estas experiencias le dan fundamento para crear su propia academia en la ciudad de Pereira, la conocida Fundación Cultural Ballet Ana María Mejía.
Por su natural belleza siempre ha sido vista como una bailarina de clase que pisó como dice ella los más sentidos escenarios e inhaló los aplausos más fuertes que un artista pueda sentir.
Muchas anécdotas puedo contarles nos dice a veces y nos divertimos escuchándola narrar historias en la academia que es un lugar maravilloso como dice Felipe Zuleta “Donde nos sentimos como en nuestra casa y hemos aprendido el valor de la honestidad, el amor por el trabajo, la sencillez de la verdad y sobretodo la pasión por la danza”.
Describir a mi maestra es algo mágico, sus manos son suaves porque las siento cuando corrige la posición de mis tobillos, su cabello ondulado, sus ojos miel, grandes y sinceros y su corazón creo que es del color de las orquídeas que siempre adornan nuestro salón de clase.
Es sencilla y familiar, con frecuencia nos tomamos un café en su sala rodeada de cuadros originales de diferentes pintores colombianos que advierten el lugar donde estás y sus alrededores de arte.
En una de esas charlas nos regaló la fórmula secreta que su psicóloga le enseñó como consejo y para compartirla con nosotros; la empieza a narrar Ana María así: “En un pueblo muy pequeño de personas muy trabajadoras y honestas se presentaba un fenómeno
de sequía por varias semanas, la preocupación de cada campesino ya empezaba a dejarse ver tras las puertas de guadua. Un sacerdote que habitaba allí invitó a todos los campesinos a subir a un cerro que estaba a pocos minutos del pueblo con la intención de hacer unas cuantas oraciones al cielo para que la sequía terminara. Como buena comunidad todos asistieron al llamado.
Curioso fue ver entre todas las personas a un niño que traía una sombrilla, la cual abrió durante toda la oración.
Para curiosidad de todos le preguntaron al niño el por qué la traía, a lo cual respondió convencido y sonriente que él esperaba iba a llover y entonces no se quería mojar. Tuvo fe”.
Como nos la hizo entender la maestra, ella hace lo mismo que el niño, llevar siempre la sombrilla teniendo la seguridad de que las cosas que anhelas con el alma pasarán, si las deseas seguro serán tuyas, así como ha conseguido mantener viva una familia, una academia, el alma, el cuerpo y sobretodo el amor por la danza que hoy se vislumbra en los ojos de sus bailarines.
Es tan apasionada con lo que hace que, en serio, puedo ver esa sombrilla abierta en su vida. Y como si las horas del reloj no transcurrieran ella sigue con su espíritu de niña que la hace un ser maravilloso, ese espíritu que nos guía, ama, regala, cose y pinta en cada vestuario que idealiza para sus funciones.
Ana María fue una de las primeras en traer a la ciudad el ballet clásico, hoy nos queda verla dictando clase al lado de su hija Ximena, abriendo la sombrilla todos los días, para así convencernos a todos de la posibilidad de hacer con amor bien las cosas.
Tuve el enorme gusto de conocerla hace cuatro años la he visto llorar y sonreír, desde entonces ha sido siempre un tesoro que quisiera alguien no perder jamás, así lo siento yo y estoy seguro que lo sentimos todos los que tenemos el privilegio de verla con pasión dictar sus clases de ballet en las barras naranja de su academia.
Cuando se habla de Ana María, sencillo, se puede llegar a definir la vida aquí la danza es luz y la vida es un sueño dentro de un sueño, algo así como la felicidad hecha placer, así es la vida una mezcla de todo, de soledad y compañía, de amigos, de música y de vino eso siento cada vez que escucho las letras de esa canción que a la maestra le llena el alma “La Bohemia” de Charles Aznavour y veo que en sus ojos hay miles de momentos unos que están en el pasado y que ahora son hermosos recuerdos, y los demás sólo están en vivir el hoy sin perder la esencia, o en el caso de Ana María sin dejar de abrir nunca esa sombrilla con la certeza de que lloverá sino de que nunca pare de llover la felicidad en su cálida vida.
Hermosa y silenciosa, sentada en la cama de su habitación fraternal la maestra Ana María Mejía pinta pájaros de colores, decora tocados para sus creaciones hechas danza, ve diariamente Film and Arts. y hace en la noche con cariño la comida de Ximena. Todo me reitera una vez más lo que ha hecho para cambiar sus puntas por esa sombrilla que no la deja ni para salir a la esquina.
En pleno mes de la Mujer, celebramos entonces el cumpleaños de una digna representante del género, la Maestra Ana María Mejía Jaramillo nacida el 15 de marzo un día que nos regaló una esperanza de poder volar con el alma a través del Ballet. Feliz Cumpleaños Maestra.
*Estudiante de Comunicación e Informática Educativas. Universidad Tecnológica de Pereira. Bailarín de la compañía de Ballet Ana María Mejía.
Artículo publicado en www.eldiario.com.co
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