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CANTO, PALO Y CUERO LO NUEVO DE MARTINA CAMARGO

Alguna vez, quisieron imponer la música de banda en San Martín de Loba (un pueblo de Bolívar, a 15 minutos en chalupa de El Banco); pero, la tambora -ritmo que tomó el nombre de su instrumento principal- fue más fuerte y no cedió ni un milímetro, cuenta la cantadora Martina Camargo.

Se trata, prácticamente, de la única cantadora de este género musical conocida en el ámbito nacional por los amantes del folclor.

Su punto más visible fue su participación en el CD Cantadoras, de Alé Kumá, en el que compartió protagonismo con la cantadora de bullerengue Etelvina Maldonado (ambas representaban la música del Caribe) y con dos cantadoras del Pacífico. Después, el público roquero pudo apreciar su colaboración en los álbumes como solistas de Hector Buitrago y Andrea Echeverri (Aterciopelados).

Ahora, con su CD Canto, palo y cuero, Martina quiere compartir los aires que conforman la tambora con el público que aún no distingue ese ritmo que arrulla a todo habitante de San Martín de Loba desde que nace.

No es una metáfora, Martina dice que la arrullaron en su hamaca con tambora, que heredó el ritmo por parte de padre, madre, abuelos y bisabuelos. «En mi familia hubo bailadores, tamboreros, tocadores, cantadoras y cantadores -dice con una voz suavecita, que suena tímida cuando no está cantando-. Es decir que tengo las raíces, no estoy tomando de cualquier parte sino que canto lo que me transmitieron».

En San Martín de Loba hasta la Navidad se celebra con tambora. Lo sacro -cuadros dramatizados de la Natividad y las carrozas con temas religiosos- se acompañan con tambora. El padre, Cayetano Camargo, era cantador, compositor y campesino, que alternaba su tiempo entre su trabajo, la familia y el folclor. Compuso Las olas de la mar, canción grabada en el álbum de Alé Kumá. Además, es el autor de El cumbión de la clavada, El caimán en el almendro e Idilio, hasta ahora inéditas y presentes en Canto, palo y cuero, cuyo lanzamiento será el 10 de julio.

Martina pudo ser una cantadora más, enmarcada en los límites de su pueblo, de no ser porque una historia de amor la hizo salir a vivir a Cartagena, donde se estableció en 1996.

«Fue muy difícil encontrar espacio -recuerda-, porque la tambora es un ritmo muy exótico. Si es poco conocido ahora, menos hace diez años. A pesar de que era el mismo departamento en la ciudad no lo conocían. Pero llegué a presentarse, en ese año, en el Festival Nacional de Cartagena de Indias, trayendo mis músicos de San Martín. Después pude presentarme en el teatro Heredia».

En esa época, el empresario cultural Luis Ortiz estaba «cazando cantadoras», recuerda Martina. «Sin conocerme, solo por lo que había oído, me trajo a presentarme en Bogotá. Me contrató sin conocerme en el 99, fueron los primeros pasos».

También, por los comentarios, Leonardo Gómez -el productor de Alé Kuma y ahora de María Mulata- buscó a Martina. Supo que se iba a presentar en el Festival Folclórico Nacional de Ibagué y allá llegó. Para la cantadora fue una experiencia casi sorpresa, cantar con piano y contrabajo. Había instrumentos que ella ni siquiera había visto, sin embargo, no le fue difícil.

Después vinieron otras colaboraciones y presentaciones en el exterior, como una gira hecha por Italia, de la que regresó hace dos años para darle el sí a Manuel Andrés García, más conocido como Chaco, que le propuso grabar Canto, palo y cuero.

Chaco, que ya conocía el trabajo de Martina había descubierto que ella, «tímidamente», solía colar versos suyos en canciones de otros, así que quiso explotar no solo la herencia de su padre sino su faceta como compositora. La combinación entre la herencia y la propuesta como cantadora del siglo XXI es el álbum. En él también hay un video de 15 minutos y participan las hijas de Camargo, llamadas a continuar con la tradición de su madre.

El desconocido mundo de la tambora

Martina habla de la tambora como instrumento (el mismo que el país conoce en los grupos de millo, en las formaciones de los gaiteros y hasta en conjuntos de otras regiones de Colombia), pero también es el nombre de un ritmo musical distinto y de una fiesta del Bolívar profundo, de los pueblos cercanos a la depresión momposina. En la tradición de la tambora, se habla de tamboreros (en el bullerengue se les dice tamboleros) y hay cantadoras, cantadores, bailadores y los instrumentistas son «tocadores».

El ritmo de tambora se divide en cuatro aires: tambora golpeada, tambora redoblada, el chandé y la guacherna. Sin embargo se puede hablar de tambora alegre (sin confundirla con el instrumento tambor alegre) que es un poco más contemporánea y deriva de la golpeada.

Incluso, en ese mundo poco conocido, existe un instrumento llamado currulao que no tiene nada que ver con el ritmo del Pacífico.

Dice Manuel Andrés García, el productor del disco, que el entorno de estos ritmos es menos conocido en el resto del país porque proviene de unos pueblos a los que solo se llega por vía fluvial.

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