HISTORIA DEL DESFILE DE SILLETEROS
“Cuando pasan los silleteros es Antioquia la que pasa”, se dice con frecuencia cuando vemos a estos paisas echarse al hombro sus silletas, que pesan hasta 70 kilos, en una tradición que va de generación en generación, pues para ellos es un orgullo marchar por las calles de Medellín mostrando la grandeza de ser un “antioqueño de pura cepa”.
En cada desfile pasan en promedio 450 campesinos, entre hombres, mujeres y niños, provenientes de varias veredas del corregimiento de Santa Elena, quienes engalanan las principales vías de Medellín con sus flores el siete de agosto, día en el que se celebra el tradicional Desfile de Silleteros.
Homenaje a la raza
Toda esta fantasía comenzó en 1957, cuando a Don Arturo Uribe Arango se le ocurrió invitar a Medellín a un grupo de silleteros de Santa Elena, para que participaran en un desfile, que tenía como fin mostrar la belleza de las flores y entretener a la comunidad, tarea que ellos realizaban silenciosamente cuando bajaban a la Capital de la eterna primavera a vender sus flores a los habitantes o para adornar los altares de las iglesias.
El uso de la silleta se generalizó y con ésta la palabra silletero se acuñó a quienes se dedicaban a la venta de flores por las calles empedradas de la Medellín de principios del siglo XX. A la cita acudieron 40 silleteros que se concentraron en el Parque Bolívar, con tan buena aceptación de la sociedad, que un grupo de ciudadanos propuso que los campesinos se organizaran para que realizaran un desfile más vistoso, que se cumpliera por las principales vías de la Bella Villa, con lo que se daba inicio a lo que hoy conocemos como Desfile de Silleteros.
En 1958 el Desfile logra una mayor cobertura de los medios de comunicación y el recorrido, que contó en aquella ocasión con 100 participantes, tomó su punto de partida del Teatro Pablo Tobón Uribe, desplazándose luego por la Avenida La Playa para cruzar la carrera Junín hasta llegar a su destino final en el céntrico Parque Bolívar.
Ingenio paisa
Para mayor comodidad, tanto para el que desplazaba la mercancía, como para quienes se acercaban a comprarla, los campesinos se idearon las silletas, construidas en madera con un espaldar y dos agarraderas que permiten colgarlas a los hombros, como un elemento que les facilitaba cargar grandes cantidades de flores con un menor desgaste físico, objeto que ya en la época de la colonia se habían utilizado para transportar personas por las empinadas montañas antioqueñas.
Son ancianos, hombres, mujeres y niños…
Los silleteros, orgullosos de su consagrada actividad en la que reviven las viejas tradiciones paisas, desfilan la variedad de las flores con un atuendo que tampoco pierde la usanza: Las mujeres llevan blusa blanca, pañoleta roja, falda de color negro con enaguas y adornada con flores, delantal blanco y alpargatas. Los hombres lucen pantalón y delantal negro, camisa blanca, sombrero, pañoleta roja en el cuello, alpargatas, machete y carriel.
Ellos, en la actualidad no venden las flores en las silletas, lo hacen en puestos fijos en los que ofrecen la más completa variedad de claveles, gladiolos, girasoles, rosas, cartuchos, azucenas, orquídeas, pompones y pinochos… Además tienen en común que son seres satisfechos con lo que hacen, que aman y viven de su tierra antioqueña.