GENERAL

TRES EJEMPLOS DE RADIOS CIUDADANAS

Tres historias de emisoras ciudadanas en Colombia

Los protagonistas de las historias de radios ciudadanas cuentan su experiencia en la zona de conflicto de Puerto Caicedo, el pueblo olvidado de Riosucio y la tierra indígena guambiana.

Cuando el padre Alcides Jiménez estaba haciendo el ofertorio en la parroquia Nuestra Señora del Carmen en Puerto Caicedo (Putumayo), entraron tres hombres armados y le propinaron 17 balazos. Era el 11 de septiembre de 1998, día inolvidable para el pueblo guiado por este sacerdote. Sus seguidores quisieron hacer realidad el sueño de su líder: crear una emisora para llegar a las comunidades del municipio y así surgió Ocaína Stereo.

«Con el apoyo de la Embajada de Canadá y el Fondo Amazónico compramos los equipos y el primer día no podíamos de los nervios de pensar en la cantidad de gente que nos escuchaba», recuerda Jaime Perdomo, director de la emisora Ocaína Stéreo.

Ahora, con el canto de un gallo comienza la parrilla de programación que complace al público con música popular como Los Tigres del Norte. Como la emisora no quiere meterse en temas de conflicto, las noticias de la guerra son remplazadas por otras que tienen que ver con las novedades en la agricultura.
El programa de mayor audiencia es El Fogón, en la madrugada, y Alternativa rural, en la noche. Las noticias regionales se informan en la franja Radio Ciudadana.

Once años después de la muerte del padre, la guerrilla continúa en la zona, incluso la semana pasada dejó sin energía al pueblo; la emisora, al margen del conflicto, estuvo tres días fuera del aire. «Somos neutrales con el tema y nunca nos han amenazado, por eso, vamos a cualquier zona a través del programa Ocaína Andariega», dice.

Por esos programas y el apoyo de los ciudadanos, que escriben un promedio de 40 mensajes de texto por hora, Ocaína Stéreo ganó el premio a Mejor desempeño de una emisora del Ministerio de Cultura, «creo que es el reconocimiento a un esfuerzo colectivo de la comunidad , que ha hecho grande a tiene sentido de pertenencia frente a la emisora», dice el director.

El sonido del bajo Atrato

Así como la radio llegó hace 11 años al Putumayo, por la misma época empezó a sonar la emisora Porime en Riosucio (Chocó), el nombre de un pueblo que según la leyenda viene de un pescado, muy parecido a una culebra, que creció hasta atravesar el río. El pueblo vive en casas de palafito que parecen flotar sobre el agua y el chocuano neto baila chirimía y ahora escucha reguetón en la radio.

«Hace 11 años las únicas emisoras que se escuchaban eran las de Panamá como Fabulosa Estéreo y sonaba la lírica panameña. Cuando arrancamos no había teléfono y los recados eran notas que traían los niños a la emisora», dice Isnardo Garcés Muñoz, director del Colectivo Local de la emisora Porime.

Sus franjas de opinión llegan a todo Riosucio, comunidades de Panamá y municipios fronterizos de Córdoba con Antioquia. «Es nuestra primera vez haciendo radio y para la comunidad es la primera vez que pueden escucharse»,dice.

El primer programa que hicieron ‘desde la esquina noroccidental de Colombia’, como ellos lo presentan, fue sobre las costumbres de su pueblo y los mitos como el Jaibaná y el Indio de Agua, aquel que tiene tesoros e indias que salen en la noche para peinarse con un cepillo de plata.

A ese le siguieron otros como el programa Huellas de acero, apoyado por el Ministerio de Cultura, en el que hablan de temas como el maltrato infantil, el abuso sexual y el derecho de participación. «Seguimos con las alboradas donde la gente improvisa pistas de baile sobre el agua, no se siente la inundación y tocan Los Mirindulos; solamente que, ahora, lo anunciamos por la radio», dice Garcés.

Incluso se han vinculado jóvenes interesados en aprender a hacer radio como Deivis Calvo, quien a sus 17 años, es la directora del Colectivo Juvenil de Riosucio, que obtuvo el segundo lugar como Mejor programa radial del Ministerio de Cultura.

La voz del pueblo guambiano

En el páramo de Silvia (Cauca) está el pueblo indígena guambiano o hijos del agua. Ahí, desde hace 11 años, funciona Namuy Wam 92.2, una emisora que se transmite en namsrrig, su idioma y en español.

Los guambianos tratan de mantener vivas algunas costumbres como ‘que el sol no nos coja en la cama’ y algunos viven todavía en casas de adobe, solamente que la tradición aquella que habla del abuelo que se sentaba frente al fogón a contar historias trascendió a la radio, que asimilaron cuando se transmitió la muerte de Jorge Eliecer Gaitán, «nos apropiamos de los micrófonos porque ayudan a mantener nuestra identidad cultural
e incluso hacemos trabajos de investigación periodística usando Internet», dice Didier Chirimuskay, vocero de la emisora Namuy Wam.

Entendieron que los medios de comunicación eran manejados por ajenos, por eso decidieron tomar el mando de su micrófono, «desde 1998 , cuando era corresponsal, la comunicación se me convirtió en un vicio y no he parado de informar. Toco temas coyunturales como la implicación de las bases militares
en los pueblos indígenas», dice.

En su comunidad, el locutor se ha convertido en un ejemplo, por eso, Dider siempre viste a la usanza con el sombrero tambalkuari, que expresa el ciclo de vida del guambiano, así, luciendo su traje con el mismo orgullo que habla de su radio, estuvo la semana pasada en Bogotá representando a los indígenas en el Encuentro de Radios Ciudadanas.

¿Qué es el programa Radios Ciudadanas:
espacios para la democracia?

En la actualidad, el programa del Ministerio de Cultura cuenta con una vinculación de 165 emisoras y permite el reconocimiento de diversos grupos locales y regionales. Como parte de este proceso, la semana pasada se realizó un Encuentro Nacional de Radios Ciudadanas donde se desarrollaron franjas y programas radiales, también talleres y conversatorios académicos.

MARGARITA BARRERO FANDIÑO
REDACTORA CULTURA & ENTRETENIMIENTO

www.eltiempo.com.co

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