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RADIODIFUSORA NACIONAL DE COLOMBIA, 70 AÑOS AL AIRE

El archivo de la emisora guarda en variados formatos voces inmortales, discursos históricos, presentaciones musicales y radioteatros.

70 años de la Radiodifusora Nacional

En los años 50 los artistas se presentaban en vivo, ante público que hacía fila.

Ingresar allí era como ingresar en la historia, la historia blanca, conocida por todos, reproducida en textos y emisoras, y la otra, la oscura y prohibida, misteriosa. Un día, veintitantos años atrás, un director decidió que para preservar los cientos de miles de discos, cartuchos, casetes y documentos que guardaba aquel cuarto-santuario, sólo podrían entrar tres personas, debidamente registradas, acreditadas y, ante todo, tres personas que fueran absolutamente herméticas. El archivo de la Radiodifusora Nacional de Colombia estaba a salvo. La memoria de 70 años de un convulsionado país llamado Colombia se había asegurado, comenzando por los discursos de Mariano Ospina Pérez antes, durante y después de que Bogotá terminara incendiada y humillada tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, siguiendo con las entrevistas a los intelectuales de aquellos tiempos, las ponencias de los expositores que revolucionaron la ciudad durante la Conferencia Panamericana del año 48, los radioteatros de la época, las presentaciones de los artistas, algunas publicidades, composiciones y voces.

Aquella memoria, que se nutrió de noticias días tras día, empezó a delinearse el 1º de febrero del año 40, cuando el entonces presidente Eduardo Santos fundó la emisora nacional, que, de alguna forma, volvía a darle vida a la antigua HJN, clausurada en el 37. Su presupuesto fue de 300 mil pesos. Sus protagonistas, León de Greiff, Germán Arciniegas, Guillermo Abadía Morales, Otto de Greiff. Años más tarde, cuando asumió la presidencia de la nación Laureano Gómez, todos ellos fueron reemplazados por periodistas, publicistas, “poetas” y “escritores” afines al régimen conservador, dirigidos por Arturo Abella.

Si antes la emisora había dependido del Ministerio de Comunicaciones, a partir de Gómez, y de Roberto Urdaneta, su reemplazo, pasó a ser parte de la Odipe (Oficina de Información y Prensa del Estado). Habían pasado ya los tiempos en que la radio era un lujo, años 20; los años en los que su difusión era una especie de juego de aficionados que se reunían en las tardes para escuchar en compañía los programas que emitían desde Estados Unidos, Holanda, Alemania e Inglaterra. Fueron ellos quienes presionaron al Estado para que fundara una emisora. Antes del crash del 29, Bogotá era la capital latinoamericana con más aparatos de radio. No obstante, no tenía una sola estación. Con la HJN, y luego con la Radiodifusora Nacional, los receptores y oyentes se multiplicaron por miles, hasta transformarse en una sola fuerza poco menos que imbatible, como ocurrió en “El Bogotazo”. Las consecuencias que había generado la invasión de radios en la Alemania nazi, y las palabras del presidente norteamericano Dwight Eisenhower, que la denominaba “el quinto poder”, fueron recogidas por los políticos colombianos y, subrepticiamente, por sus rivales.

Gustavo Rojas Pinilla la dotó de la más avanzada tecnología y la exportó. Colombia y sus informes llegaban hasta Venezuela, Brasil y Perú. Con el Frente Nacional que se inició en el 58, la Radiodifusora volvió a pasar al Ministerio de Comunicaciones y, de alguna forma, a los intelectuales, Manuel Zapata Olivella, Bernardo Romero Lozano y Fernando Agudelo. Empezó el bachillerato por radio. En los primeros años 70, las transmisiones de los festivales folclóricos más trascendentes del país, y en los 80 y 90, la creación de la frecuencia joven. El rock, el hip-hop, el metal y el funk pasaban a ser parte de una memoria cada vez más profunda, importante y cuidada.

Fernando Araújo Vélez | EL ESPECTADOR

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